Quizá alguno de ustedes ha escuchado hablar alguna vez sobre este síndrome, conocido como un conjunto de sentimientos de carácter negativo (tristeza, vacío, soledad, melancolía, ansiedad o irritabilidad) que experimentan los padres cuando sus hijos se marchan definitivamente de casa. El sentimiento de soledad es el más importante de todos, y puede aparecer ante la ausencia de uno o varios de sus hijos. En algunos casos, las manifestaciones de este síndrome pueden ser más acusadas debido a la sensación de una mayor ruptura emocional o a la pérdida de influencia sobre los descendientes. Un ejemplo de ello sucede, cuando hijos se marchan de casa para formar otra familia, casándose, o simplemente yéndose a vivir junto a su pareja.
A pesar de no encontrarse en el DSM-V, es un elemento conocido, que puede presentarse en la población general. Los estudios apuntan a que el síndrome del nido vacío es más frecuente entre las mujeres, aunque puede afectar a hombres también. Este hecho se debe a que a la mujer se le ha venido asignando tradicionalmente el rol de cuidadora de la familia, por lo que cuando su prole se marcha, uno de sus roles personales queda sin cubrir. No obstante, las funciones que desempeñan actualmente hombres y mujeres con respecto al cuidado de los hijos tienden a igualarse, por lo que la incidencia de este síndrome es cada vez más similar en ambos sexos.
SÍNTOMAS
Una sintomatología exacta del síndrome del nido vacío no existe en un manual de trastornos psicológicos. Sin embargo, en el mismo, se observan ciertas características que suelen ser muy recurrentes, entre las que destacan las siguientes:
-Sentimientos de tristeza.
-Sensación de soledad, vacío.
-Aburrimiento.
-Sensación de no tener nada que hacer.
-Llanto (o ganas de llorar) más frecuente del habitual durante un período prolongado.
-Recuerdos constantes de cuando los hijos eran pequeños (hablan de ello, ponen fotos de esa época, etcétera).
-Sensación de pérdida de sentido de la propia vida.
-Sentimiento de que nunca va a ser tan feliz como cuando sus hijos estaban en casa.
-Quejas somáticas.
-Problemas para dormir.
-Su autoestima se puede ver afectada
Es necesario resaltar que, para poder hablar de “síndrome de nido vacío” estos síntomas deben aparecer después de que uno o varios hijos abandonen el hogar (entre la semana y meses inmediatamente posteriores), y no estar asociados a ningún otro problema emocional que pudiera explicarlos mejor, como es el caso de un trastorno del estado de ánimo.
Un aspecto importante de esta condición es que se puede sumar a otros problemas diferentes que se agravan entre sí. Del mismo modo que ocurre con la depresión, que suele empeorar cuando fallece un familiar querido o se pierde un trabajo, este trastorno se agrava si coincide con la menopausia de la madre, por las importantes alteraciones hormonales que conlleva, así como con la jubilación, por los cambios que implica en una estructuración del tiempo y la pérdida de compañeros. Afecta más cuanto mayor es la sensación de soledad, lo que implica que la permanencia de un hijo o más en el hogar familiar puede aliviar un tanto los síntomas. Es importante resaltar que la intensidad de los síntomas no dependerá del número de hijos que se vayan de casa, sino del vínculo y dedicación que los padres hayan tenido con cada uno de ellos. Puede que esos lazos y entrega hayan sido muy estrechos con uno de ellos. En ese caso, aunque quede uno o más hijos en casa, la persona puede padecer los mismos síntomas si el que se va es el que se había protegido más.
TRATAMIENTO
Si los síntomas del síndrome del nido vacío se prolongan causando malestares mayores en el individuo, resulta de vital importancia recibir ayuda de un profesional de la psicología para recuperar la estabilidad emocional, previniendo posibles trastornos de ansiedad o del estado de ánimo, como la depresión, que pueden ser resultado de un mal manejo de este síndrome. La tarea del psicólogo consistirá en modificar las creencias y pensamientos equivocados de los afectados, siendo algunos de estos: la sensación de inutilidad, la argumentación de que la vida ha perdido todo el sentido o que no podrán aprender nuevas cosas ni ocupar su tiempo libre. Del mismo modo es necesario ayudarlos a encarrilar la nueva etapa vital, sin hijos a su cargo, mediante las siguientes acciones:
-Reavivar la vida de pareja y aprovechar esa soledad para recuperar la intimidad y el diálogo que quizás no se podía tener cuando los hijos estaban aún en casa.
-Ocupar el tiempo que antes se dedicaba a los hijos en actividades de ocio y tiempo libre que resulten agradables, como viajes, aficiones, deporte, labores útiles para la casa o el desarrollo personal y profesional.
-Ver el problema como una liberación y oportunidad para hacer cosas que no se habían podido hacer antes.
-Aceptar la nueva situación. El psicólogo también ayuda al paciente a ver esta transición como una nueva etapa: la relación con los hijos cambia, no termina.
-Aceptar que la pérdida es positiva. Desde la visión del psicólogo, es importante que, tanto los hijos como los padres comprendan que la pérdida es positiva. Para ello, se deben fomentar pensamientos del tipo: “si están listos para irse, entonces hemos hecho un buen trabajo”.
-Concederse tiempo para adaptarse a la nueva situación, y respetarlo. No es aconsejable deshacer enseguida la habitación del hijo que se ha ido. Hay que valorar si los padres la mantienen para las visitas o si la conservan como “un santuario” para recordar al hijo que se ha independizado y anhelar y llorar su regreso. En este segundo caso, los padres deberán trabajar por y para la aceptación de la marcha del hijo.